El arte de morir
Lejos de aceptar la muerte, el acto continuo de culminar tu deceso, es todo un arte. Me atrevería a decir que es la punta del arte. Ni artista, músico, escritor o científico famoso, se han quejado de su muerte trascendente. Murieron con la carta de su trono puesta en boca de todos. Y no es sino su fin, lo que ha llevado sus nombres a lugares aún más remotos que su alma. La mente de los conocedores está llena de personas que no existen, personas que sólo se presumen de haberlo hecho. Se opina de su trabajo, incluso incorrecto; se discute de su ingenio, aunque sea obsoleto; se cita de su nombre, a pesar de sufrir de pecado. Los hombres sólo buscan postrar su patrimonio racional con los demás hombres. No se puede morir sin libro, como no se puede dormir sin un sueño. Todo el mal que esos hombres de revolución hicieron, son perdonados. Las atrocidades para llegar a su obra, son olvidadas. Y no son ellos quienes lo ocultan, simplemente es un agradecimiento a su aportación a nuestra estúpida idea de seguir progresando, de sobrevivir como especie, de aspirar a eternos.
Todo lo que deseas
Hombre culto, individuo soso, os presento la guía exacta, e imperfecta, para morir, dejar de ser humano. Si tu objetivo es ser famoso, muere; si tu deseo es ser feliz, muere; si a lo que aspiras es ser más que tú, muere. Encontrarás en la muerte algo más que simple vacío, eternidad o descanso. Sin importarme en realidad tu rito extraterrenal, sabes que dejarás tu seco paladar en el suelo, al menos, en lo que otros te mencionan. Pero haz de esas menciones, algo más que lamentos. Haz que valga la pena tu sufrimiento de vivir. No escribas un libro, si lo que quieres es vivir; no hagas amistades si lo que te conviene es trascender tu ser; no te mejores si quieres dejar un libro de mortal. Hay mucha plaga, incluyéndome, de escritura sin placer. Todos creemos tener algo que decir, cuando ya ha sido pensado por otros cientos. Me conviene, claro, escribir; sin embargo, me es mera utilidad, no la considero mi gran muerte. Para la muerte hay algo mejor, algo excelso, inmensamente diferente a lo que conocemos como tragedia, como vida, como tiempo.
Lo que pide la vida
Morir es una acto absurdo, y como tal, su proyección puede ser tan inútil como íntimo. A tus cincuenta años, sabio, con experiencia, tu vida ha sido mera coincidencia. Con hijos, amores, trabajos, amigos, propiedades, objetos, emociones y errores por doquier, todo se ha plasmado como una cicatriz en el tiempo. Una raya que se desfiguró por tus negligencias, por los actos que te aquejan, los errores que aceptas, los tantos defectos que te acomodan. Eres una persona vivida, a pestes del pasado, en quiebra de libertad, carente de juventud y banquero de arrugas. Ni las heridas te sientan bien, porque se pierden en la piel que ya no presume desigualdad. Eres uno de tantos, que han vivido, que han sido mortales, felices, agraciados y desgraciados. De esos muchos que son buenos, que son malos; que tienen aspiraciones, logros y decepciones. Eres un hombre, uno entre humanos, que perece su otra mitad de la vida. ¿Qué sigue? Sigue la muerte. No morir en ese instante, no pensar en tu fecha de muerte, pero sí en morir. No viéndolo como dolor ni lamento, lagrimas o miedo. Ahí está tu vida, ahí esta tu conclusión ¿Quieres ser un buen libro? ¿Quieres ser una buena persona? ¿Quieres ser feliz, a pensar de que no sentir tal sentimiento?
Yace para ti
Que las tormentas no te asusten, ni los gritos de olvido te espanten. Estarás sin cuerpo, no me interesará tu presente, pues no lo tienes. Qué es de ti, sino tu pasado, que insiste en dejarme lealtad a tu imagen, al susodicho nombre que llevabas. Muere a tu manera, compañero de mortalidad, muere como si estuvieras viviendo. Deshazte de tu cuerpo como si quisieras que fuese para siempre; insiste en tus refranes como la biblia en la iglesia; desperdicia tus segundos últimos en tu compañía menos cercana, tú mismo; quítate tu nombre y dáselo al joven que no sabe morir aún. Haz de tu muerte una gran tragedia, una que no hubieses planeado; mátate en honor a tu pasado, al futuro del pasado; di como en los días que no sabías que ibas a morir, que la vida era buena, que no se veía su final; piensa como cuento que no pretende terminar, sólo da vueltas al final que sabes cómo acabará, pero prefieres ignorar. Dejemos que el tiempo sorprenda, quitando la posibilidad de arrepentirse, de hacer algo más.
Muere
Muere, tú, en tu cama, en tu suelo, fuera del planeta o dentro de un agujero. Muere, si te colmas de lo sabido, de lo desconocido, de la mentira que fue vivir. No es otra cosa, que acabar, plácidamente, una etapa digna de concluir. Déjanos, muertos, morir a mí, a todos, agonizar del no futuro.
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